Detrás de la puerta


Me sudan las manos. Me tiemblan las piernas. Me acomodo el flequillo de mil maneras, pero de ninguna forma queda en su lugar. Las mejillas empiezan a sonrojarse. Las famosas "mariposas en el estómago" de las que tanto hablan, comienzan a volar en mi panza. "Es hora de salir", pienso.
Antes no me ponía tan nerviosa cuando tenía que cruzar la puerta de mi casa. Pero desde hace unas semanas, eso cambió: como esas señoras presumidas que se pintan de rojo los labios para ir al almacén de la esquina, yo me peino lo mejor posible, cambio el jogging por un jean, la remera por un lindo buzo, los anteojos por el rimmel, y salgo.
Si todo sale bien, volveré con una sonrisa, como cada vez que el destino se cruza en mi camino.